
Acabados mis estudios de avicultura llegó el momento del servicio militar obligatorio. En aquella época existía el llamado servicio militar de cuota que solo duraba seis meses y permitía a los reclutas que pagaban un determinada cantidad dormir en casa todas las noches y, si estudiaban con ahínco y completaban los cursos necesarios, licenciarse como alférez o subteniente.
Seguí ese camino y fui destinado al 7º Regimiento de Artillería Ligera, cerca del puerto de Barcelona. Tuve que aprender a montar porque era una unidad de caballería.
Tuve suerte de no ser llamado a intervenir en las sublevaciones que se produjeron entonces.
Terminé el servicio militar sin experimentar el menor entusiasmo por mis compañeros o por mi cabalgadura.